Saturday, August 20, 2005

Tres amigos

Mi entrañable amigo Lucio Boggio, el Gordo Soriano y yo. El 11 de agosto pasado.


La promesa estaba hecha. "Cuando vengas a Buenos Aires, lo vamos a ver al Gordo". No hacía falta aclararle a mi amigo Lucio Boggio que hablaba de Osvaldo Soriano.
El jueves 11 de agosto, cerca de las cuatro de la tarde nos encontramos en el microcentro porteño, tomamos el subte B y fuimos a Chacarita.
La tumba no está lejos del ingreso al cementerio, además, yo sabía el camino porque lo voy a ver seguido al Gordo.
En el trayecto, hablamos mucho de nuestro querido Gordo. Lucio me contó que su madre, Cecilia, insistió tanto en ver a Borges en Ginebra que el cuidador del cementerio les permitió ingresar pese a ser domingo y no atender al público.
Finalmente llegamos a la tumba. Sencilla, simple, como era Soriano.
Nos quedamos un rato mirando, como imaginando al Gordo con nosotros, vivo. Porque en realidad no se fue, está en su obra.
Como decía Galeano en "El cartero", esas líneas que escribió a modo de homenaje a Soriano:
"Lo vi en el ataúd, con esa cara plácida y jodona, y pensé: Es un chiste. No hay duda. El Gordo se está haciendo el muerto para hacer sufrir a los amigos. Nos está tomando el pelo, pensé.
Pero Manuel Soriano, el hijo del Gordo, que es idéntico al Gordo aunque mucho más chiquito y que andaba por ahí con su camiseta de San Lorenzo, nos dio la justa. El le había dado una carta al padre, para que se la entregara a Filipi.
Filipi, gran amigo de Manuel, había muerto también, un poco antes, y él lo había enterrado, con cruz y todo, en un pocito del fondo de su casa. Filipi tenía forma de lagartija y costumbres de camaleón, porque cambiaba de color cuando quería.
En la carta, Manuel le decía que lo extrañaba mucho y le enseñaba un jueguito, para que Filipi pudiera entretenerse en la muerte, que es muy aburrida. En el jueguito había que escribir las letras que faltaban: "Usá las uñas, Filipi", le decía Manuel.
Entonces lo vi claro. El Gordo se nos fue por un ratito nomás. Está trabajando de cartero de su hijo. Ahora nomás vuelve.
A mí ya me parecía, porque es evidentísimo que este mundo no puede ser tan espantosamente triste, solitario y final; y un tipo tan buenazo como el Gordo no podía hacernos la cochinada de dejarnos sin él".

Tras recordar pasajes de sus libros, sacarnos fotos y reírnos de buena gana, con Lucio pegamos la vuelta. Nos habíamos dado el gusto de disfrutar una tarde con el Gordo Soriano.



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