Monday, July 11, 2005

Borgia





Ella caminaba rápido para tratar de tomar el ómnibus. No había sido un buen día, claro, era de esperar, era su primer día de trabajo después de las vacaciones.
En Mina Clavero había conocido a Juan, un chico que le había movilizado la estantería. Y ella no se permitía que un simple mortal osara inmiscuirse en su alma y en su corazón.
Juan lo había hecho.
Pero ya era lunes. Un cálido lunes de enero en una Córdoba aún más cálida.
Él, en cambio, hacía rato que había vuelto de sus vacaciones. Estaba con un amigo bebiendo una refrescante cerveza en un bar. Hacía unos minutos que había salido de trabajar.
Ella sólo pensaba en volver a casa. Él sólo pensaba en no volver a casa.
No lo sabían. Pero los destinos de ambos se iban a cruzar. Y para siempre.
Recostado en su silla, él la vio pasar con su frescura exquisita y su porte de niña/mujer. Le gustó más de la cuenta. "Las morochas, si son lindas, siempre son más lindas que las rubias", sentenció. Y ella era linda.
Tan linda, que él, le dijo al pasar: "Chau linda".
Ella, avanzaba a paso redoblado, no quería esperar una hora el ómnibus hacia su casa. Porque el viaje también le consumía otra hora de descanso.
Al oír la frase de él, ella musitó un "estúpido" que le salió del alma. No estaba de ánimos como para que a la medianoche la piropeara un desconocido. Encima, Juan, el de Mina Clavero, no llamó en todo el día.
"Gracias", escuchó él, ilusionado, cuando ella pasó por su lado.
Y cada uno volvió a lo suyo. Ella a su ómnibus ya perdido, culpa de un compañero de trabajo que había llegado tarde. Él a su refrescante cerveza con su amigo.
"Flores, flores, flores". De la nada apareció un vendedor de flores con un canasto lleno de rosas rojas. Las más rojas de la comarca.
Ël lo llamó y le dijo: "¿Ves esa chica que está sentadita allá?, regalale una rosa de mi parte, por favor".
Presuroso, el florista se acercó a ella y le entregó una rosa color té. Justo el color preferido por ella. Pero en el canasto había solo rosas rojas. ¿O sólo era una ilusión?.
Ella, se esforzó para verlo a él y le hizo un gesto de agradecimiento con la rosa recién regalada.
"Ya vuelvo", le dijo a su amigo y caminó hacia ella. A medida que se acercaban, a los dos los invadía la curiosidad.
Se saludaron. Ella agradeció el gesto. Él le restó importancia.
"¿Cómo te llamás?", se preguntaron mutuamente.
"Lucrecia", contestó ella, haciendo gala de su nombre.
"Cómo la Borgia….", replicó él, en tono cómplice.
"No, soy un poquito más buena que la Borgia", refutó ella y lo envenenó de amor.

1 Comments:

Blogger Pseudo-intellectual lunatic said...

hadika al kaum?

1:39 PM  

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